enero 08, 2024

 Ábranse los prados verdes de los días que aún no han sido, como si fuese la propia esperanza que regresa a esta orilla del océano de las tempestades una vez más. Llévense los días azules del invierno este corazón antiguo, ajado, arisco; déjenme el pecho vacío una temporada más.

 Pónganme en la cavidad que deje ese corazón la canción de algún ave que venga a visitar mi ventana por un momento breve, con notas que resuenen en esa bóveda hecha de carne y huesos; dejen que en ese hueco taimado aquella ave haga un nido, una estación, un momento que en su brevedad irresoluble parezca eterno... denme estos días de invierno la idea de una perpetuidad que no se trastoque en la duda que hace la substancia y todos los pliegues de mi mente, sino que limpie el átomo fundamental en el que fui hecho.

Que este aire que ahora sabe a encerrado se limpie con los aullidos que vienen del septentrión; que haya una fragancia que renueve esta pulsión irrefrenable que sigo teniendo por respirar, que ufana llene mis pulmones y me libere de todo eso que sigue siendo el remanente del amor que he tirado por ahí, de esas ideas que se niegan a morir, de esos pendientes que no supe concluir... de culpas, propias y anexas, de errores, de narraciones que no pude deducir.

Que venga un día que sea nuevo, porque hay noches en las que este cuerpo se estremece pensando que no hay mañana que quiera llegar. Que su luz sea tan profunda, tan vigorosa, que mi existencia entera deje de ser; que me funda en un vapor fresco, frío, que viaje por el espacio sin que alguien lo pueda notar. Vaya así esta alma a cada hecho pasado, a cada persona vivida, a cada tiempo aciago y, en un último acto de amor, fúndase en esas personas, en esas ocurrencias, con un beso que las abarque a cada una, que las ame a cada una en un enlace infinito, postrero, que nos limpie y nos libere, de una vez y para siempre jamás.

Las grietas, las rajas, las roturas de este cuerpo, de esta alma... llénense absortas del brillo de algún metal etéreo, aureo, que las repare una vez que este cuerpo abandone su estado gaseoso, y regrese a su tangibilidad: Que esa misma substancia borre los dolores de sus recuerdos, y los ahogue en una sincronía que venga absorta de otra paz: Vaporícese en esos rellenos mi amor, si es un amor que mira al vacío. Crezcan entonces en mi querer quienes sepan hablar de espejos, de ojos, de piel, de cobijas, de estancias, de escuchas, de ideas, de muertes, de vidas, de esas cosas que siendo tan cotidianas escapan al registro de las almas que son simples, que no quieren ver...

Ábranse los cielos azules de una nueva travesía que cruce los espacios, y si mi cuerpo aciago tiene que quedarse en el proceso de este cambio, sea el tiempo adecuado aquel punto donde se siente que todo está al borde de romperse, de cambiarse, de trocarse en otra cosa, en eso que quiera querer ser. Que por un día demasiado sea suficiente, que por un día el anhelo no sea sordo, sino ciego. Que mi cerebro conozca una noche de quedarse con eso que es, y no con aquello que podría ser: que se haga en mi sien izquierda la aceptación profunda y sencilla de lo que sí hay, de lo que sí soy, de entender que todo el amor que dejé en este camino habrá contribuido al caudal que algún día desborde en bendiciones para todo lo que hay vivo en el orbe, sin importar si ese amor fué recíproco, despreciado, entendido o malinterpretado... que mi cerebro urda, sin más recelos, que amor al fín fué.

Ábranse los mundos dentro de mis mundos. Deje de ser eso que ya no fué...

Así sea.



septiembre 27, 2023

Esto que fuimos y que fue fundamental.

Los mundos —dos galaxias completas— se afianzaban del átomo que nos unió.

Ese que por su brevedad podría parecer sin importancia…

Tan secreto, tan fugaz.


Eso que fuimos, que no seremos más.

Y la tristeza que se apodera de mis horas, no ceja. No para. No se va.

En semejanza a una lluvia de monzón, me azota con una intensidad si bien taimada, también omnipresente, que nunca se detiene.

Me moja el alma, los rasgos, la nuca, el pecho, las ideas… siempre con una inusitada, silenciosa violencia que no parece amainar.


Me haces la misma falta que a un árbol debe de hacerle la ausencia de sus raíces;

me carcomes el alma, en este no estar que tanto se extiende a lo largo de 86 kilómetros de ida y de vuelta, cada vez, cada día, cada hora de no estar.


Prometí no buscarte, pidiéndote perdón por mi atrevimiento, aquella última vez.

Pero de nuevo, no soy fuerte, no soy tú… no puedo.


Lanzaré este escrito como la botella que contiene un mensaje tirado al mar, en la esperanza de que leerme sea un bálsamo que le dé sentido a este sufrir, a este sobrevivir que va de no tenerte, que significa permanecer sin ti.


De nuevo, ojalá tuviera tu fuerza para saber cómo tenerte sin que seas mía. Ojalá supiera cómo hacer para no esperar más de ti.

Ojalá lo minúsculo que soy fuera menos; ojalá supiera hacer en todo este trance…

Pero no sé.


No sé.


Solo sé de esto que fuimos, que fue fundamental.

Del vació que me dejaste dentro…

De esto con lo que no puedo más.

agosto 13, 2023

 Tengo

un defecto

que nadie 

nunca 

quiso 

cuidar.

Tengo

un hueco

una falla

una rotura

por la que se fuga

un amor

que nadie supo 

entregar.

Soy

un nómada

de frente arrugada

un monet

que se mira bien de lejos

pero al que nadie

soporta 

poderse acercar.

Soy

el chillido rastrero

la queja interminable

la falla horrenda

el vicio oculto

una forma sin llenar.

Soy

el que buscas

queriendo nunca encontrar.



agosto 06, 2023

'Yo te amo a ti. Te voy a amar siempre.'

Escribiste una mañana. La que siguió a esa noche oscura donde todo lo perdí. Inclusive la razón.


Ojalá fuera cierto.


Ojalá esta noche no despierte yo del sueño que sigue, porque así moriría limpio aún, pleno del amor que me une a ti. 

Ojalá este dolor que me desgarra a medio día, mientras conduzco, mientras como, mientras escucho melodías que nada tienen que ver contigo, tuviera el objeto de fulminarme entero; que los estúpidos que dicen de amor nadie muere se embarren la boca de la mierda de sus verdades insulsas, trastocadas por mi voluntad de esfumarme herido de tu ausencia. Ojalá me muera, para que nadie más venga a ensuciar esto que siento por ti. Que sea la última verdad poderosa que acabe conmigo, y que no siga más nada si es después de ti. Que tu amor roto sea la hoja de vidrio que desangre en definitiva este estúpido, horrendo corazón.

Pero no. Lo más probable es que no.

Mañana despertaré a extrañarte de nuevo. A esconderme. A guardar silencio de nuevo. A repasar las cosas que dijiste, y me vinieron mal. A hacerme heridas de memorias a partir de tus formas de decir esas palabras que quizás no quisiste decir, pero de cualquier manera pronunciaste. Mañana haré una lista nueva de las razones por las que no soy para ti. Recordaré que te hago mal. Recordaré que transgredí tus reglas. Que rebasé tus límites. No una, sino cinco --dos de ellas en la misma hora negra-- o seis o siete, o las veces que te haya roto desde mi maldad abyecta. Mañana quizás entienda, por fin, que mi castigo es merecido.

Mañana me ensuciaré la boca con la hiel de eso que nos separa. Recordaré que no puedes estar conmigo. Recordaré que cambiarme es la única manera de estar contigo, y que eso es simplemente imposible, como me explicaste esa última noche en la que hablaste de no volver.

Pasarán los días --o semanas tal vez-- y de las grietas de este corazón horrible y roto surgirá un otro monstruo, uno grande, reseco, más odioso que el que ya llevo dentro. Uno que esté hecho de fría lógica, que sea fuerte, y con esa fuerza quiera romperlo todo --romperlas a todas-- para que en esa constitución alcance la estatura de ese otro monstruo que tienes por demonio, y que desde la distancia le hable en ese idioma que yo nunca supe hablar.

Y entonces lo habitaré. Como quien hace su casa en la piel separada de un muerto, lo vestiré tal que si fuera la cota de una malla tejida de acero; seré ese otro monstruo, que me salve, que me lleve de esta noche donde quiero que no haya otro mañana, y transitaré los días, los años que vengan, en la solitud de sobrevivir este agosto y lo que de él pueda surgir.

Un día cualquiera le cortaré la lengua al monstruo --con la mía dentro-- para que guarde definitivo silencio --tal y como suele hacer el tuyo, llevando esos cuernos-- y así, con la boca inútil, caminaré haciendo las veces de sus entrañas, dentro de esta nueva aberración, a lo largo del páramo seco de la vida que siga después de ti.

Que sea el horror el que salve esto que quede de mí, y me lleve allende los escombros de ese encuentro que pensé sería el final en esta vida de buscarte, de soñarte, de amarte sin saber de ti.

Que sea el horror el que nos salve, solos, taimados, convencidos de que esto es lo mejor.

Que sea el silencio el que gane una vez más.

Que se vuelvan mentiras todo lo que te dije en el éxtasis de mirar tus ojos. Que se quiebren los planes, que se rompa la niña, que se queme el hogar, que se mueran los días, que no nos importe nada, nunca, nunca más.


'Yo te amo a ti. Te voy a amar siempre.'

En otra vida...

Quizás.




julio 27, 2023

Tienes ojos de tahúra.

Lo mismo son café por las tardes, que color miel en las mañanas. Verdes, si saliste de fiesta; rojos, como los de un conejo, cuando te miro a media madrugada. Me engañan, cambiando de color según les plazca, quizás en el ánimo de despojarme de mi fortuna.

No lo hagas. Mirarlos es parte de mi fortuna. Perder esa riqueza sería como perder la luna.

Caería por el abismo que pinta tu pupila, precipitándome al olvido de esa oscuridad allende lo que de ti percibo; quizás en una picada sin fin, que me lleve una eternidad en completar, hasta llegar al centro de ti, para fundirme en ti, y ver si así comprendo eso que piensas mientras me miras y prefieres guardar silencio.

A veces, cubierto de temor, franquea la puerta de mis labios un 'te amo' que de pronto, de tanto que me haces sentir, se queda corto en la brevedad de una existencia tan efímera que imposiblemente podría transmitir eso que siento por ti. Expuesto, como estoy, reiterarte que mi corazón te pertenece se convierte en un acto suicida: mientras me pierdo en la nívea pradera de tu vientre, y mi rostro recorre el camino que va a tu entrepierna, con una mano lanzo la soga que se sujetará a una viga y trozará mi cuello, mientras te hago el amor en una noche que deja de ser cualquiera si se llena con el sonido de tus gemidos. Que termine muerto. Que muera en tu entrepierna.

Lo demás, es vanidad paupérrima.

Hay días en los que me pregunto por qué no tuve la licencia de dedicarte las primaveras que se fueron. Por qué no te encontré esa marca que llevas en la espalda --símbolo de nuestro sacramento-- en algún punto previo a los días del estío, que ahora traen lluvias, frío, lentes sin los que no puedo sobrevivir, dolencias que no entiendo. A veces me pregunto por qué mi cuerpo no fué tuyo por más tiempo, y por más que me diga que no hay hora correcta, sino esta, para nuestro encuentro, no dejo de naufragar en esas olas del qué será, si hubiera sido eso que no fué.

Maldita mi constitución, mi naturaleza tan aérea.

Malditas mis manos que no pueden abarcarte el corazón entero, que no saben abrir los significados de cuanta palabra abandona tus labios, que si hurgan en las cosas que te hacen el pecho te tornan incómoda y temerosa. Ojalá aprendiera el modo adecuado de hacer que la línea de seda que urde tus historias sea un flujo inacabable de respuestas que mis preguntas nunca forzaron  a ver la luz del día que haya entre nosotros.

Preguntador... ¿Qué más tienes para preguntar?

Todo. Te tengo malas noticias: Todo. Quiero entender la razón por la que la uña de tu meñique derecho se curva hacia afuera. Quiero conocer la historia de cada peca que te traza el rosto. Quiero llevar una bitácora de la aparición de tus lunares. Quiero conocer cada pliegue de la cueva que dibuja tu sexo. Quiero saber cada historia que llevas prendida al pecho. Quiero que me ames en mi imposible naturaleza elíptica, recurrente,  chocante, vendavalesca... y si terminas por odiarme, asegúrate que en el pecho me quede tan solo un sitio hueco, antes de irte, antes de abandonarme.

Pero si en ti está, no te vayas. Deja que te robe el aliento. Deja que mis ideas insulsas seduzcan esa parte de ti que no es devota de la lógica. Sálvame como si fuera un gato desvalido, y piérdete conmigo si un día te lo pido. En el fondo soy un tipo que quiere ser bueno. Soy un caso que no está totalmente perdido. Soy un padre. Soy un niño. Soy un loco. Soy esta voz de razón que en la ciénaga a veces te ilumina el camino.

Y lo diré una vez más, como el suicida que con la venas abiertas lleva su navaja de nuevo a las muñecas enrojecidas:

Te amo, mujer. Cuánto te amo.





mayo 25, 2023

Parece que estoy condenado a encontrar consuelo en  esta presencia tuya que no se borra. En la sensación de que viajas a mi lado cuando voy por la carretera. En los mensajes que publico con tu remitente, pero nunca respondes. En esa fotografía tuya que aparece en el rastro de mi historia... Unas veces sí, otras veces no, y que por estar en blanco y negro parece que sosegada se difumina al paso de los días. En tu silencio omnipresente. En esa ausencia tuya que te lleva quién sabe a dónde.

Encuentro la tarea de amarte en la lejanía extremadamente complicada. Encuentro doloroso recorrer esos sitios que caminé tomado de tu mano, y risiblemente aciago el que sea la pequeña caja de luces la que me lance a ellos, buscando un camino apto para salirme del trabajo. Encuentro igualmente de ridículo ir a restaurantes donde nunca estuvimos juntos, pero que de algún modo forman parte del dominio que es tu territorio, a cenar --peripatético-- de una esperanza que no ha de concretarse.

'Fué tan corto el amor... y tan largo el olvido' sonará en la bocina de mi radio por enésima vez, como epígrafe de los días que ahora se desgranan frente a mis ojos. Y sí. Es tan largo el estar sin ti... Tan pesado pensar si es que alguna vez piensas en mí... 

Abandono cada día un poco más ese sopor donde vienes a mí, con la noticia de que el mundo es nuevo, y que tiene un lugar donde podemos ser tú y yo. Me duermo en la pesadilla donde caminas por otros lugares, a propósito lejanos, abyectos, inversamente equidistantes de la posibilidad de encontrarnos de nuevo. Me hago silencio, en un esfuerzo inútil de proteger este corazón roto al que de frente le desfilan las situaciones más inusitadas. No quiero situaciones. La añoranza tiene una voz que repite tu nombre y tu nombre nada más. Al diablo con el resto.

Habrá de llegar el día donde seas una memoria. Donde no ocupes el asiento del al lado, en cada trayecto que hago solo. Llegará el minuto donde ya no deseé saber de ti, donde no le haga preguntas, ni regañe en la distancia a ese oido que quizás de mí ya no está atento. Se borrarán las memorias de tu cuerpo trenzado con el mío y de la forma de tus besos extraños e inéditos. Se perderá en el tiempo el anhelo de las historias que nos contamos, el nombre de nuestra hija, el ritual que pensábamos para cada estado que visitásemos; mi necesidad de pertenecer en el hogar de tus brazos... este menester esnob de escribirte en vericuetos, de lanzar botellas al mar, en la esperanza de que algún día contestes. Se perderá esta necesidad de que seas mía. Este amor extraño, que siempre fue una posibilidad en la distancia improbable de nuestra separación. Se borrará tu olor de mi pecho... Dejaré de añorar tu cuerpo enredado en el mío. Dejaré de pensar que teníamos con qué ser posibles, para que entonces entre la mar de la realidad a arrasarlo todo en este pecho derruido, por vez final.

Mientras, supongo, me entregaré al abismo, en esa necesidad de olvidar que un día te pertenecí. Que la sombra se lleve este cuerpo, que lo aleje de mí. Que en su oscuridad sea yo de quien sea y no sea de ti. Que sea yo el que sea, menos el que soy, porque irremediable, estúpido, ese sigue perteneciendo a ti. 


 


marzo 07, 2023

Esta noche me perderé en los caminos de esos tiempos que no pudieron ser. Me imaginaré cruzando esa calle, años atrás, por la que recién terminabas de pasar. Lejana, e iluminada por el sol de la tarde, quizás podré haber visto las luces de tu pelo, mientras mis ojos recorrían tus caderas en cadencia, alejándose de mí, a metros de distancia... Tan lejos, tan cerca... Y así, en una fotografía inexistente, seguramente --y de nuevo-- al verte de espaldas me enamoraré de ti... Una vez más. La extraña de cabello claro, caminando en la distancia; la historia que no se estaba supuesta a escribir.

Buscaré el picaporte del que tu mano tiró primero, acariciándolo con mis dedos, para entrar a ese cuarto que acababas de abandonar. Me subiré al elevador que recién dejaste impregnado con ese aroma tuyo, que tanto me come el pecho, y me preguntaré si existes, si te podré ver en algún lugar, alguna vez, mientras tú abandonas ese edificio que nos reunió en algún momento, pero sin saber.

Pasarán los años. Nos romperán el corazón. Haremos lo mismo, con saña o sin ganas, en el proceso de sanar y seguir adelante, hasta que nos volvamos a cruzar... Encontrarás uno de mis garabatos, en la servilleta de la barra de un café donde por alguna razón improbable acabes por parar, mientras quizás yo salga por la puerta contraria a donde recién terminas de entrar...

Seguirá el tiempo su marcha. Serás madre. Me perderé en la maraña de historias que no quisiera recordar, sangrando, sonriendo, muriendo de a poco, preguntándome por el sentido de tanto anhelo... Hasta que un día improbable nuestros caminos que nunca se cruzan se hallan por fin de encontrar: Vendrás a mi con el cabello corto, y tus ojos se perderán en los míos, mientras mi mente loca se pregunta irremediablemente cómo es que pudiera volverte a encontrar. Cruzaré contigo decenas de palabras que no tengan sentido y luego deambularé por esa habitación naranja que nos reúne, buscando un pretexto más para estar cerca tuyo, intoxicado de tu aura, estremecido de la forma de tu rostro, olvidando por un momento que tengo un otro lugar al cuál debo regresar. Te resistirás a verme de nuevo. Con esa voz llena de razones me dirás algo que suene cuerdo, para que no nos volvamos a encontrar. Y sin embargo --quien sabe si por el producto del aroma de mi cuerpo, o siguiendo el sentido de esas cosas que están supuestas a ser-- al final, vas a ceder... Un ángel pondrá en tu boca un par de palabras, un algo así como Búscame... Después... Y entonces, solo entonces, en medio de tanta locura, tanto sinsentido, tantas historias, el mundo por fin tendrá una razón de ser.

Viviré del pan de esas palabras --a veces consciente, revisando la estela de tu paso por el mundo, a veces perdido de su significado-- por la década que le siga a ese momento de nuestro fortuito encuentro, mientras nuestros pasos se cruzan otra vez inadvertidamente en un aeropuerto, en la plaza, en un parque... Al otro lado de una pared en una construcción que no sabíamos nos tenía reunidos a un tiempo, y luego me iré... Aún más lejos de ti, caminando en la noche sin estrellas que a veces termina siendo esta vida fuera de ti.

Pero eso que está supuesto... Símplemente va a ser.

En el paroxismo de lo improbable, al principio de un año tan lejano que parezca hecho de pura luz, me dejarás un mensaje. Un recordatorio quizás fustigado por ese aroma que una noche llegó a tu nariz, estando frente a mi: Y así, sin quererlo, Incendiarás mi pecho, mi mente, mi cuerpo cubierto por un plástico en una sala de operación, mientras mi corazón derrocha de anhelo queriendo regresar --por vez primera-- a ti... A ti. Solo a ti. Y así, regresando, encontrándote inédita, esos cuarenta años que pasamos alejados desenredarán su resorte con una violencia tan grande que no podré soltarme de tu mano, que no podré resistirme a mirar más nada que no sea tu rostro, para luego caer en tu trampa, y probar el sabor de esos labios que matan, a la mesa de un sitio en el que esta vez sí, pudimos coincidir... En el que esta vez sí...

Sí.








febrero 22, 2023

Se seca la carne 

de este corazón

Profunda noche de sombra 

del silencio que hicimos un hijo nuestro

Te extraño con una cadencia que me rompe

los huesos

la mente

la boca

A veces en las horas de la noche 

estos ojos que no duermen rasgan sus sombras

quieren ver a la muerte

quieren ver un final que sea verdad

un capítulo al que no siga otro más

un sentido

un objeto

de todo este amor

de todo esto

de todo yo

de toda tú

Ausente

los pasos  de esta muerte

se escuchan pasar de largo 

ignorando

dejando

abandonando

Miro las horas 

pensando en qué andarás

roto en todas partes

incapaz de entender

retornando insulso a los momentos 

donde el hueso de mi espina dorsal

por fin se hubo de quebrar

pregunto

dónde habré 

dónde será acabar

Esta idea de destino

de sino

de cuervo

me come las entrañas

me asalta 

en la carretera 

que me llevaba 

a tus labios

a tus piernas

a tus gestos

a tus manos que lastiman

y ahora me pone tan lejos

tan lejos

tan estúpidamente lejos de ti


Quiero 

anhelo

deseo

esa casa que me hiciste en tus brazos

esa tormenta que habitaba en tu boca

la miel de tus ojos

la complicidad de tu mano

y al tiempo muero de miedo 

al trastocar todo eso que eres

que eras antes de mi

que amabas previo a mi

que necesitas aún

cerca de ti


Si tan solo este pecho 

maldito 

sintiese menos

si esta cabeza 

gritase más quedo

si mis huesos 

no fueran lladró

si mis oídos 

no escuchasen 

sino por tiempos...

Pero no.

Todo mal.

Todo terriblemente mal.


Róbame a un sitio

que solo tenga cielo

sin futuro

sin pasado

sin las cosas 

que le faltan a este cuerpo

sin tu certeza de pasado

sin tu idea de ser demasiado

sin mi miedo abyecto

sin estos pies que se escapan

dime que no estaba equivocado

que te pedí amor

sin dolo

con esperanza

sin tregua

dime que no soy menos

que eso que acabé siendo

abrázame con tu voz

con la música 

que hay en tu nombre

(ese nombre que vives negando)

y borra mi memoria 

de las cosas que fueron

ábreme tus brazos

y déjame curar 

lo que te pueda curar

hazme tu único 

anhelo

tu hombre

tu hijo

tu misterio

y luego

fulmíname 

con uno de tus rayos

que no quede detrás

idea

mano

pierna

o pecho;

que este sinsentido

que soy

sea una vida

un manchón

una sombra

la idea de uno

que no genere 

ningún recuerdo.


enero 22, 2023

  Hágase la hecatombe de los diecisiete días con sus noches todas en los que he comido de tu presencia lejana, como quien come de un pan para consagrar.

Vengan a mi tus labios y esa lengua ufana que ataca mi boca con un vaivén que no entiendo sino hasta el tercero de tus besos, en un ritmo que se va sincronizando de a poco, hasta el punto en que la noche se vuelve la nueva mañana. Tóqueme tu mano por sorpresa, en sitios donde solo soñaré que hubiera sido posible, una noche de enero con primavera lozana, ininteligible, imposible de prevenir.

Piérdanse mis ojos en los tuyos, peregrinos extraviados en la ruta de un Santiago que quiere llegar al valle que se hace entre tus senos, rogando por hacer cumbre en la horma de tu pezón, oculto en un azul que de mar hace mi mirada naufragar...

Regálame esas piernas. Que me muera un poco, habitando en medio de ellas. Que la insulsa traza que describen mis yemas se vuelva el río candente de un amor que no piense en ninguna consecuencia.

Que se calle la cabeza. La tuya también. Que nos dejen de contar historias añejas. Limpia mis pecados en esta coincidencia, y no pares de hablar, porque ponerte inquieta es el único objeto de cualquier ciencia en esta, u otra noche de una cuenta que ojalá nunca se quiera acabar.

Abrázame fuerte. No me vayas a soltar. Que de mi boca salgan las palabras correctas en este desfiladero de emociones, que solicitan con desesperanza ser aturdidas por los años que llevo guardados en el espaldar...  Ahora cállate. Cállame. Ponme otro beso en los labios, y que el mundo arda allá afuera. Que se quemen las memorias, que se incineren los miedos. Que se fundan las distancias. Que mi cielo azul, pleno, se haga una tormenta con lo profundo de tu mar...

Vuélvete luego un remanso, un océano calmo, donde mis heridas tengan un sentido. Déjame abrazarte, y curar los huesos que tengas rotos. Dejaré de ser un espectáculo abyecto, para volverme tan solo un hombre, que encuentra tan solo a una mujer. Regrésame luego al mundo, a volver a ser iracundo, despiadado, intransigente, hasta que te vuelva a ver.

Pero sobre todo, bésame. Bésame. Haz de tu boca el portal que me conduzca a tu corazón. Quita de en medio a la abeja, para poder verte mejor. Aquí me encuentro, pretendiendo estar desnudo, atento, abierto en este encuentro nuevo, quién sabe a cuántas lunas desde la última vez que pasó.

Hágase la hecatombe de los diecisiete días con sus noches todas, más la centena de otros centenarios desde que nuestras almas se cruzaron niñas, por primera vez; bebe de mi pensamiento, de lo que te ofrezco, de la incógnita que te traigo, del miedo que te causo, de la ausencia de certezas que no sean las certezas de lo que sentimos, como quien bebe en la eucaristía de coincidir... 

Una vez más.





octubre 19, 2020

Hay música. Segundos que discurren como las palabras de un poema. Un nocturno de ecos de las cosas que no fueron durante el día. La esperanza que no claudica. Mis piernas cansadas. Una sonrisa que se pinta en mi boca, y a veces cala hasta la base de mi pecho. Una... Quizás cien historias. Una gata que no sabe de maneras, ni de estar lejos de mí. Hay música. Hay una idea de lo que mañana puede ser. Hay una sensación de final, en la penumbra de la noche. Un rincón donde se escribe el mundo. Un beso que nunca fue. Los pensamientos de mi cabeza que te rondan, que te hablan en las horas distantes en las que estoy aún más lejos de ti. Hay un eco de palabras que abandonaron tus labios. La vibración de lo que produjeron en mí... El rastro indeleble de encontrarte, sin haberte hallado aún. Hay un plan. Hay esperanza. Hay destino... Pero sobre todo, hay música. Música para llenar dos almas. Hay un refugio. Hay un lugar para ti y para mi.

octubre 04, 2020

Tal vez deberías de saber que soy un tonto. Un tonto empedernido soñador. Tal vez deberías saber que soy aire. Tal vez deberías saber que te añoro. Que sueño con besarte. Con estar una hora a tu lado. Que a veces miro con los ojos de la mente tu rostro y las líneas de sus contornos hacen que me enamore de ti un poco más. Tal vez deberías saber que no puedo dejar de pensar en tus caderas. Que te busco entre las multitudes cuando voy por la calle, y me pregunto si tu haces algo parecido, buscándome también a mi. Me pregunto si ya nos conocemos, si nuestras sonrisas son familiares; si hemos compartido una hora, una anécdota, una canción... ¿Un café? 

Quizás no.

Me pregunto si al encontrarte será sencillo percatarme de que eres el hogar que tanto he buscado, o si me perderé en la apariencia de no entender todo lo que significas. Me pregunto si podrás saber a tiempo que soy el viento que buscan tus alas; el puerto que reciba tu barco, el hombre que sea tu cómplice, tu campeón, tu fanático, tu amor...

Se me ha ido media vida tratando de encontrarte. 

Reservo en el pecho un pedazo de carne cuya habitación más hermosa nunca nadie tocó. Aprendí a punta de palo paciencia, mesura, respeto, alegría, libertad, entrega... Una idea un poco menos fallida de lo que es el amor; y aunque sigo aprendiendo y cometo errores, en el repaso de todas las lecciones aprendidas al caminar de los años entiendo que por eso aún no habías llegado, separada de mi hasta que encontrase yo una calma más grande, una felicidad más genuina, un punto donde lo que importe sea lo importante, y no eso que solamente parece ser vital cuando uno no entiende bien de qué se trata el valor.

Me gusta que el sol, que el viento, que la luna en el cielo sean las cosas que hoy me hagan estar bien. Como el tonto romántico que soy, me pienso que sólo en esa tesitura de espíritu tendría la cordura para poder recibirte, y poder construir algo que sea fuerte para que dure lo que de vida quede en este tiempo que nos toca compartir. No pido que sea sencillo. No pido que el mundo sea fácil. Sólo quiero que me encuentres y te sientas en paz a mi lado. Que te pueda hacer reír. Que me ames con tu propia idea de amor. Que se encienda tu deseo si te miro profundo, y que elijas elegirme y pueda yo tomarte mientras andamos por la vida, declamando cuentos que hayamos escrito los dos. 

Quiero ser la tierra donde eches raíces. Quiero que seas el pecho donde pueda descansar cuando esté triste. Quiero que seas esa sonrisa que me llena los labios cuando te mire, y que en los tiempos malos lo bueno que nos unió  haya sido tan bueno, que no entienda otra opción que no sea quedarme a tu lado y cruzar de tu mano por el fango hasta que lleguemos a tierras más mansas otra vez. Quiero que cuando te enojes haya en mi cuello un recoveco donde encuentres la paz de nuevo. Quiero que seas mi aeropuerto. Mi locura. Mi sanidad.

Tal vez ahora entiendes que soy un soñador; uno que pide que --donde estés-- tengas siempre aliento, pan, un techo, inspiración, sonrisas, y mucho amor. Si un día te encuentro, te abrazaré como el tonto que soy, en la esperanza que ese abrazo le haga sentido a tu hermoso corazón.

 Ábranse los prados verdes de los días que aún no han sido, como si fuese la propia esperanza que regresa a esta orilla del océano de las te...