abril 01, 2011

Para Olie y Carol

Salimos de la sala, mis ojos atrapados en el aura de alguien más, y entonces extiendes tus manos hacia mí, como quien se quiere aferrar de una balsa; como si pudiera salvarte de lo que sea que te hace fruncir el entrecejo. 

Te tomo entre mis brazos, ligero, pleno de esa alma que me habla directo al pecho, y mi mano se pasea acariciando tu pelo. Sonríes, aún con lágrimas que mojan tus ojos; me miras de nuevo, y entonces quien se salva soy yo; náufragos en un mar de sonrisas, por alguna circunstancia que nos escapa, ambos recordamos algún tiempo viejo, y volvemos a ser el amparo del otro, esta vez en tierra, en el salón de aquel anfiteatro. 

A tí te faltan palabras, por pequeño; a mi me hacen falta por viejo, y sin embargo, tomado de tu mano, y de la mano de tu hermana, encuentro el santuario que me ha sido negado por todo este tiempo. Me miraste la primera vez, unos días después de llegar al mundo, y reconociste mi rostro entre los rostros que había en torno nuestro. 

Aún lo sigues haciendo: Me miras profundo, somo si fuera transparente, y tomas del fondo de mi alma eso que siempre ha sido tuyo. Te digo todo tipo de cosas; asientes, gesticulas, e intentas pronunciar mi nombre, pero aún es temprano para eso. 

Haré algún desfiguro, corriendo como un tonto, mientras persigo a tu hermana, y vendrás a imitar lo que estemos haciendo. Te reirás como un cachorro, mientras mamá y papá te observan, e inventarás un juego nuevo, para tí, para mí, para ella... En sus ojos inquietos, en sus manos menudas, en sus risas pequeñas y largas, en la comida, los artilugios, los simios, las hadas, las brujas y los autos parlantes que dibujamos con la substancia del aire, hay una vida que apenas entiendo; hay un amanecer que resplandece desde las vidas lejanas que dejamos atrás, en otros cuerpos... 

Hay en tí una certeza profunda, un vigor que inunda mi pecho, un amor que trasciende mi carne, que me hace erguir en el borde y sentir que hay un mañana más grande, más hermoso, más eterno...
 
Extiendes tus manos hacia mí, y vuelvo a creer en este mundo, que a veces parece derrumbarse. Tu hermana me bombardea con preguntas, me pone un beso en la mejilla, y me revela --nuevamente, y sin querer-- que somos un clan sin tiempo, sin hora, sin fin.

Por ti, por ella, por la simplicidad de su inocencia, por lo que me enseñan y me hacen ver, me pienso que tiene sentido luchar porque lo que nos rodea sea mejor; me pienso que las mil y una búsquedas de cada día tienen un sentido profundo, un propósito mejor; me pienso que existe el amor, que se lo puede encontrar, que está cerca, que nos une y nos atraviesa... Me pienso que merece el esfuerzo amanecer una vez más. 

Amanecer una vez más...

 

 Ábranse los prados verdes de los días que aún no han sido, como si fuese la propia esperanza que regresa a esta orilla del océano de las te...