marzo 07, 2023

Esta noche me perderé en los caminos de esos tiempos que no pudieron ser. Me imaginaré cruzando esa calle, años atrás, por la que recién terminabas de pasar. Lejana, e iluminada por el sol de la tarde, quizás podré haber visto las luces de tu pelo, mientras mis ojos recorrían tus caderas en cadencia, alejándose de mí, a metros de distancia... Tan lejos, tan cerca... Y así, en una fotografía inexistente, seguramente --y de nuevo-- al verte de espaldas me enamoraré de ti... Una vez más. La extraña de cabello claro, caminando en la distancia; la historia que no se estaba supuesta a escribir.

Buscaré el picaporte del que tu mano tiró primero, acariciándolo con mis dedos, para entrar a ese cuarto que acababas de abandonar. Me subiré al elevador que recién dejaste impregnado con ese aroma tuyo, que tanto me come el pecho, y me preguntaré si existes, si te podré ver en algún lugar, alguna vez, mientras tú abandonas ese edificio que nos reunió en algún momento, pero sin saber.

Pasarán los años. Nos romperán el corazón. Haremos lo mismo, con saña o sin ganas, en el proceso de sanar y seguir adelante, hasta que nos volvamos a cruzar... Encontrarás uno de mis garabatos, en la servilleta de la barra de un café donde por alguna razón improbable acabes por parar, mientras quizás yo salga por la puerta contraria a donde recién terminas de entrar...

Seguirá el tiempo su marcha. Serás madre. Me perderé en la maraña de historias que no quisiera recordar, sangrando, sonriendo, muriendo de a poco, preguntándome por el sentido de tanto anhelo... Hasta que un día improbable nuestros caminos que nunca se cruzan se hallan por fin de encontrar: Vendrás a mi con el cabello corto, y tus ojos se perderán en los míos, mientras mi mente loca se pregunta irremediablemente cómo es que pudiera volverte a encontrar. Cruzaré contigo decenas de palabras que no tengan sentido y luego deambularé por esa habitación naranja que nos reúne, buscando un pretexto más para estar cerca tuyo, intoxicado de tu aura, estremecido de la forma de tu rostro, olvidando por un momento que tengo un otro lugar al cuál debo regresar. Te resistirás a verme de nuevo. Con esa voz llena de razones me dirás algo que suene cuerdo, para que no nos volvamos a encontrar. Y sin embargo --quien sabe si por el producto del aroma de mi cuerpo, o siguiendo el sentido de esas cosas que están supuestas a ser-- al final, vas a ceder... Un ángel pondrá en tu boca un par de palabras, un algo así como Búscame... Después... Y entonces, solo entonces, en medio de tanta locura, tanto sinsentido, tantas historias, el mundo por fin tendrá una razón de ser.

Viviré del pan de esas palabras --a veces consciente, revisando la estela de tu paso por el mundo, a veces perdido de su significado-- por la década que le siga a ese momento de nuestro fortuito encuentro, mientras nuestros pasos se cruzan otra vez inadvertidamente en un aeropuerto, en la plaza, en un parque... Al otro lado de una pared en una construcción que no sabíamos nos tenía reunidos a un tiempo, y luego me iré... Aún más lejos de ti, caminando en la noche sin estrellas que a veces termina siendo esta vida fuera de ti.

Pero eso que está supuesto... Símplemente va a ser.

En el paroxismo de lo improbable, al principio de un año tan lejano que parezca hecho de pura luz, me dejarás un mensaje. Un recordatorio quizás fustigado por ese aroma que una noche llegó a tu nariz, estando frente a mi: Y así, sin quererlo, Incendiarás mi pecho, mi mente, mi cuerpo cubierto por un plástico en una sala de operación, mientras mi corazón derrocha de anhelo queriendo regresar --por vez primera-- a ti... A ti. Solo a ti. Y así, regresando, encontrándote inédita, esos cuarenta años que pasamos alejados desenredarán su resorte con una violencia tan grande que no podré soltarme de tu mano, que no podré resistirme a mirar más nada que no sea tu rostro, para luego caer en tu trampa, y probar el sabor de esos labios que matan, a la mesa de un sitio en el que esta vez sí, pudimos coincidir... En el que esta vez sí...

Sí.








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